lunes, 10 de septiembre de 2007

Columnas sobre Cali.

INSEGURIDAD CIUDADANA, Cali, otra vez caliente

CRISIS POLÍTICA DE CALI. La ciudad de la eterna esperanza

Fuente de la imagen: http://www.calicultural.com/articles/114/art_07mx_114.html

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INSEGURIDAD CIUDADANA
Cali, otra vez caliente
Ximena Gutiérrez . ximenacali@gmail.com
eltiempo.com / editorial / columnistas
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3495369.html

La Policía demuestra que es posible atacar la violencia desde la causa y no desde la consecuencia.

Nada parece frenar la espiral de violencia e inseguridad que vive Cali. Ya no se salvan ni los vecinos del edificio donde habita el gobernador del Valle, Angelino Garzón. Un lugar que, hasta antes del asalto, pasaba inadvertido en un área de alta concurrencia en el oeste de la ciudad, cerca del Museo La Tertulia y vecina del sitio donde la Cámara de Comercio instaló un hermosísimo Monumento al gato, del escultor Hernando Tejada, como previendo que en, un barrio de estrato alto, también podría haber muchas ratas. Por eso creo que el nuevo esquema de seguridad de Garzón debería incluir -además del refuerzo de su escolta- el traslado inmediato de la vivienda.

Pero, mientras eso sucede, la Alcaldía de Cali -a expensas de la Política de Seguridad Democrática- le apuesta cada ocho días a la reducción del índice de homicidios, que en el primer trimestre proyecta llegar a 400. ¡Cali está caliente! Aquí nos preocupa más la inseguridad que la corrupción o el desempleo: 190.000 almas que deambulan por las calles (¡cuatro estadios 'Pascual Guerrero' llenos de desocupados!).

Estas tres variables nos están matando en vida. Deprimidos por el desempleo, llegan al Hospital Psiquiátrico San Isidro casi 30 caleños cada mes. De los 278 recluidos, por lo menos 170 sufren depresión por su difícil situación económica. Por corrupción, la ciudad ha perdido más de un billón de pesos en los últimos 10 años, incluidos los 16.000 millones de la cobertura educativa y los 23.000 millones del Fondo Financiero Especializado (Bancali), que tiene a unos huyendo de la justicia y a otros disfrutando del billete, en un caso único.

Lo cierto es que en Cali podrán revivir el bloque de búsqueda o vincular a vigilantes privados a la red de seguridad, como ya lo hizo el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos.

Podrán hallar más caletas y hasta condecorar al comandante Moore como el mejor policía del mundo, pero mientras no se atienda la situación social, no hay nada que valga.

Una ciudad segura no es la que más policías tenga, sino la que menos necesite.

El Observatorio Presidencial de Derechos Humanos asegura que, en Cali, la violencia tiene múltiples orígenes y se puede enfrentar pensando también en lo social.

Un ejemplo de que sí se puede hacer gestión para atacarla desde la causa y no desde la consecuencia es lo que hizo el teniente coronel Gildardo Pico, subcomandante administrativo de la Metropolitana y ahora en curso de ascenso a coronel full.

Para desarmar la violencia, este monteriano incursionó en el Distrito de Aguablanca. Allí logró reunir a 200 jóvenes pandilleros que tenían azotados varios barrios. Los acogió en un programa social que los anima a generar sus propios recursos y alimentos, con la ayuda de los comerciantes del sector. El oficial Pico pactó un 'acuerdo de paz' con peligrosos cabecillas y hasta los puso a jugar fútbol.

Imagino que Yusti quisiera cogerlo a 'picos' por hacer lo que en realidad le corresponde al Municipio si aplicara de verdad su "política integral de seguridad y convivencia".

Con esta labor se demuestra que la Policía Nacional, ese monstruo inmanejable de 200.000 efectivos en todo el país, tiene muchos hombres de bien. Pico nos recuerda que la institución, no siempre es esa plaga loca que roba coca, se anticipa al hallazgo de las caletas, falsifica documentos notariales y hasta realiza alianzas con narcos y paramilitares en un oscuro contubernio, puesto en evidencia por la comisión especial que hace poco investigó sus actuaciones.

La labor del costeño Gildardo Pico, en Cali, evidencia que en la Policía también hay pico y plaga.

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CRISIS POLÍTICA DE CALI

La ciudad de la eterna esperanza

Ximena Gutiérrez . ximenacali@gmail.comeltiempo.com / editorial / columnistas

Llegué a Cali desde Neiva (1) , cuando el país proclamaba su nueva Constitución Nacional. Había empezado la década de los 90 y la clase política colombiana se llenaba la boca diciendo "¡Bienvenidos al futuro!". Siempre quise vivir en Cali. Quizá influyeron los titulares de los periódicos que algunos familiares me enviaban al Huila.
Entonces leía las crónicas sobre aquellas interminables noches de feria. Los mano a manos musicales de Guayacán y el Grupo Niche. Los clásicos de fútbol en el Pascual, y el barrio Siloé con sus callecitas. Solo cuando aterricé aquí entendí que, a veces, una canción es también una ilusión, por la cual -pese a todo- siempre vale la pena luchar.

En julio pasado, cuando la ciudad cumplió 470 años de luchas e ilusiones, le preguntaron por Telepacífico a un historiador de la región por qué razón el desarrollo de Cali había empezado en los cerros del oeste. El patriarca dijo que ese era el 'claro de monte' escogido al azar por los españoles en su afán de fundar ciudades. Olvidó que todo pueblo nace al pie de un río y que -por esos días- el río Cali corría transparente hasta confundir sus aguas con las del Cauca. Ambos formaban extensas lagunas en la zona plana. A esa inundación se le adelantaron Sebastián de Belalcázar y sus muchachos. Por eso decidieron instalarse en las lomas del oeste.

No es descabellado pensar que, con esa decisión, don 'Sebas' sentó las bases para que esta ciudad terminara dividida entre los que viven arriba (en la loma) y los que sobreviven abajo (en la zona inundable). Gustavo Álvarez Gardeazábal dice que, de esa forma, Cali perdió su cuadrícula, ese ordenamiento trazado por los españoles, que se conservó hasta donde hoy se ubica la iglesia La Merced, un poco más allá de la calle 5a. "De ahí hacia abajo -explica el escritor-, el caos fue total".

Cali creció en medio de los rencores, y con los años, la división entre los que pueden, pero no quieren, y los que quieren, pero no pueden, se hizo evidente, pues estos tuvieron que treparse a Siloé y Terrón Colorado para sobrevivir.

Luego vino la invasión de Aguablanca y la diferencia de clases se recrudeció casi de manera irreconciliable. La historia -¡y los historiadores de la región!- se niega a aceptar esta cruda realidad que nos tiene sin ponernos de acuerdo. A cada quien 'jalando' para su lado. Al Presidente de la República, manejando la ciudad.

A un Alcalde de Cali que, por ser fiel a la clase política tradicional, arriesgó su propio prestigio. A un Gobernador del Valle que conserva el suyo, alejado de esa clase política, pero que, si bien hace historia, no oculta sus temores para continuarla. Cali, la ciudad de la eterna esperanza, no tiene quién la represente, aunque muchos no se dejen representar. Se impone la anarquía.
A veces pienso que, al contrario de lo que decía el poeta Carranza, Cali no es “un sueño atravesado por un río”, sino una pesadilla cruzada por un caño.
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(1) Portales sobre Neiva

ARCHIVO DE COLUMNAS y TEXTOS

Archivo de Columnas periodísticas y textos de
Ximena Gutiérrez.
Antes de Agosto 27, 2007.
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"... entre periodismo y política, entre opinar y actuar, prefiero -por ahora- actuar. ... . Me gusta expresar mis ideas y más aún si es en EL TIEMPO, pero me gusta más ponerlas en práctica. Y como quiero contribuir para cambiar este país, empezando por el lugar en donde vivo, Cali, la ciudad de la eterna esperanza, he tomado la decisión de hacer un alto en el camino y aspirar a una curul en el Concejo de Cali. ..."
Ximena Gutiérrez, su columna en EL TIEMPO, Ago. 26, 2007

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DESPEDIDA

Arreglando el partido
Entre periodismo y política, entre opinar y actuar, prefiero -por ahora- actuar.

Ximena Gutiérrez. ximenacali@gmail.com

EL TIEMPO, Ago. 26, 2007 Opinión
http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/opinion/2007-08-26/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3695057.html

Refiriéndose a la influencia del periodismo en la política -o quizá viceversa-, mi vecino de página, el admirado Roberto Posada García-Peña (D'Artagnan), dice en su libro titulado El arte de opinar (Editorial Oveja Negra, abril de 2000): "(...) Difícilmente los lectores de prensa escrita se topan con colaboradores habituales (y hasta esporádicos, agrego yo) que no hayan tenido o tengan una determinada posición política (...) En mi caso -explica con decisión el columnista-, así lo he reconocido por principio. Sería un irrespeto decir que soy objetivo e imparcial".

Contrasta esta opinión con la del ex ministro Rudolf Hommes, cuando, hace poco, quiso hacer un alto en el camino. Sus lectoras nos tranquilizamos porque esa frustrada despedida de EL TIEMPO solo sirvió para recomendar a quienes empiezan: "No utilizar la columna para sacarse clavos y erigir una muralla entre la propia actividad política y el periodismo de opinión". Siempre he creído que esa muralla (para muchos una barrera invisible, para otros una puerta giratoria) entre periodismo y política es difícil de franquear al menos desde las teorías dictadas en las facultades de comunicación social (que enseñan de todo, menos periodismo), pero muy vulnerable cuando ya se está en el medio, bajo la presión de fijar posiciones y tratar de escribir lo que muchos quieren leer.

No creo, entonces, como lo sostienen los catedráticos, que el periodismo y la política sean incompatibles. Otra cosa es que lo que se diga o escriba resulte alejado de la realidad política, como ahora le está sucediendo al ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, ¿cuántas veces en su etapa ministerial no habrá recordado que desde su tribuna periodística a él le daba "mucha pena" saber que en el Congreso abundan los 'lobbystas' o que desde esa cartera salía tanta información sin confirmar?

No cabe duda. Con el avance tecnológico (Internet, mensajes de texto vía celular, TV, etc.), la barrera entre opinar e informar es cada vez más sutil, porque así lo exige el consumidor de la llamada "industria de la información". Y al opinar, aunque no se quiera, siempre se tomarán decisiones políticas. Los lectores de hoy están buscando más análisis, más interpretación y eso también implica dejar en cada creación algo de nuestra cosecha. Lo pedante y engreído es pensar que desde esta posición privilegiada podemos cambiar el mundo, como hoy lo creen algunos 'pontífices' de la opinión.

Según la agudeza del columnista Carlos Castillo Cardona, en realidad muchos de nuestros lectores dicen haber leído la columna, pero "¿cuál es que era el tema?". Esto nos invita a reflexionar sobre el reto de escribir para que nos lean. Y creo haber cumplido esa meta en los nueves meses y 22 columnas que me publicó EL TIEMPO. Pero entre periodismo y política, entre opinar y actuar, prefiero -por ahora- actuar. Creo que es la forma "de arreglar el partido y no soñar con arreglarlo desde la tribuna", como dijo Juan José Peláez, cuando dejó de ser comentarista de Teleantioquia para regresar como técnico del Independiente Medellín. Por eso, desde ahora he fijado mi posición. Me gusta expresar mis ideas y más aún si es en EL TIEMPO, pero me gusta más ponerlas en práctica. Y como quiero contribuir para cambiar este país, empezando por el lugar en donde vivo, Cali, la ciudad de la eterna esperanza, he tomado la decisión de hacer un alto en el camino y aspirar a una curul en el Concejo de Cali. No quiero pasar por idiota. (Idiota: del griego idiotes, utilizado para referirse a quien no se metía en política, preocupado tan solo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás. Fernando Savater).
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POLÍTICA Y LITERATURA

¡No me jodan más con ese Gabo!

XIMENA GUTIÉRREZ . ximenacali@gmail.com
EL TIEMPO, eltiempo.com / editorial / columnistas Marzo 11, 2.007
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3469896.html
Reproducida en NTC ... 259 (Marzo 13, 2007) http://ntcblog.blogspot.com/2007_03_11_archive.html

Muchos años después, frente a un pelotón de 43 millones de seres casi 'fusilados' por la angustia de padecer el conflicto más antiguo del mundo, Colombia esperaba a su hijo ilustre para que, con la magia de sus palabras, regresara a trabajar por la paz que él promovió y todos soñamos. Pero ya Gabo -como se le conocía al patriarca- tenía renombre internacional y se refugiaba cómodamente en el extranjero. Igual que cuando se fue, su patria seguía siendo manejada por capataces, como si fuera una aldea macondiana en la que cada quien lanzaba piedras...¡blancas o enormes! -pero piedras al fin- que nos remitían a la prehistoria, con la falsa idea de no haber cometido el primer pecado.

Este es el país que en la distancia observa Gabriel García Márquez, después de haber tenido el valor de enfrentar, con argumentos proverbiales, las ideas contrarias a su pensamiento alternativo. Este es el país, paciente y solapado, que todavía no aprende a discutir ni a llamar las cosas por su nombre. Para señalarlas, lo hace con un arma de fuego. Este es el país que nuestro cumpleañero Nobel de Literatura no se atreve a visitar por temor a que, quizás, algún José Arcadio Buendía, soñador irredento y aventurero, se atreva a recordarle que prefirió mirar hacia otro lado y olvidarse de que, alguna vez, prometió apostarle a la paz, después de votar por su amigo Andrés Pastrana.

Advierto que jamás he restado importancia a la descomunal obra literaria de Gabo. Es más, de su existencia como escritor me enteré precisamente allá en el Colegio Eugenio Ferro Falla, de Campoalegre (Huila), mientras realizábamos -en su nombre- los llamados centros literarios, muchas veces sin tener la noción de su grandeza. Pero para ser sincera, quienes nos graduamos como bachilleres al empezar los 90, no hemos podido ver a ese hombre combativo que sí contemplaron los colombianos al finalizar los 80. El Gabo aquel que frenteaba y opinaba sobre nuestra situación fue absorbido por el poder, como si hubiera sido atraído por los 'inventos' del gitano Melquíades.

Mientras el país padece su propia crisis, el hombre guarda un silencio sepulcral en su cómoda mansión del D.F. mexicano. Entiendo que pudo haberlo frenado una delicada enfermedad, ya superada. Y hasta comprendo sus temores de venir a Colombia para sepultar a su propia madre, Luisa Santiaga Márquez. Pero también hay que valorar que en similares condiciones físicas, el Nobel portugués, José Saramago, va y viene, sale... ¡da la cara!, expresa sus opiniones. Nos ayuda a entender el mundo. Nos pone a pensar en un lenguaje sencillo, pero que llega a los jóvenes para comprender esto de las veleidades del poder y la política. ¿Por qué no lo hace Gabo?

Yo por lo menos no conozco cómo habla el Nobel, a quien tanto le hacen bulla los medios. Y quisiera escucharlo. Como escucho a Shakira -con sus 'Pies Descalzos'- cuando comparte con nuestra gente algunos de sus ingresos y construye obras sociales en la Costa Atlántica. O como oigo a Juanes y a Cabas con la defensa de los desvalidos. O como también, a veces, soporto al impotable Juan Pablo Montoya, que casi siempre tiene algún detalle con nuestro país. En realidad, no sé qué piensa Gabo de Colombia, pero sí tengo claro que desde aquellos tiempos remotos en que su amigo Tomás Eloy Martínez lo llevó a conocer un teatro en Buenos Aires, el hombre se refugió en su soledad.

Por eso no culpo al niño de la escuela bogotana de Cazucá, que lleva el nombre del cataqueño. El martes pasado, cuando cumplió 80 años de vida, un periodista del Canal RCN le preguntó a uno de los estudiantes cuál era la principal novela que había escrito Gabriel García Márquez. El espontáneo alumno de octavo grado no dudó en responder: La hija del mariachi. Tampoco culpo al guajiro Luis Aponte, que le cantó en la puerta de su casa en Ciudad de México, sin poder verle la cara. Igual que le sucedió en 1998 a los organizadores del Festival de Arte de Cali, quienes le realizaron un homenaje de mariposas amarillas, pero quedaron pálidos de la rabia porque tampoco llegó.

Hoy, solo tengo referencia de un Gabo que nos dejó embalados con su promesa de no volver a España como rechazo a la visa impuesta por la madre patria. Un Gabo que guarda silencio con la calamitosa situación de Cuba por su amor filial al Comandante Fidel, pero que no tiene recato para sobarle chaqueta a 'Bill' Clinton. Supe que a raíz del escándalo sexual del entonces presidente de E.U. con Mónica Lewinski, Gabo lo calificó como "un raro ejemplar de la especie humana que debió malversar su destino histórico solo porque no encontró un rincón seguro donde hacer el amor". Lo más triste es que él tampoco ha encontrado su rincón seguro para volver a Colombia, visitarnos de vez en cuando y no dejar en el exterior ese tufillo de que este país es un cagadero. Y que aquel que llega aquí, no vive para contarlo. ¡No me jodan más con ese Gabo!
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Publicó: G , Sept. 10, 2007